La migración es asunto constante y no se puede tratar de forma puntual
Tras el desembarco de más de 3.000 migrantes en las costas italianas durante un periodo de tan solo 3 días, y la polémica respuesta del gobierno de Meloni mediante la declaración de una crisis migratoria, parece momento de rememorar 2015, el año de la mayor crisis migratoria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Comparar ambas situaciones es de vital importancia para observar el funcionamiento de una ley que parece estancada. Así como la respuesta de la Unión Europea en busca de la solución a estos problemas. Podemos dividir las peticiones de asilo y la cuestión fronteriza según sus causas.
Europa recibe refugiados de manera constante como consecuencia de hambrunas y la aspiración a una mejora en condiciones de vida. Desde este flanco nos encontramos con un problema estructural, desde el que discutir acuerdos internacionales de forma continua. Por otro lado están los picos puntuales causados por conflictos que llevan a la petición de asilo en huida de persecución, represión de derechos y violencia, que amenazan las vidas de millones de personas a día de hoy.
En 2015 el 75% de las personas que llegaban a Europa escapaban de la persecución y conflictos en Siria, Afganistán e Irak (según ACNUR). A lo que sumamos la primera parte del conflicto ucraniano con la anexión de Crimea en 2014, dejándonos cifras como las 121.190 peticiones de asilo procedentes de Ucrania. Durante esta escalada, las costas europeas registraron la llegada de más de 911.000 refugiados e inmigrantes. Éxodo que terminó con la vida de 3.550 personas antes de alcanzar su destino.

Mirando hacia la crisis presente, hasta febrero de 2023 se han contabilizado más de 5,5 millones de refugiados ucranianos en los distintos países europeos (según Statista). En este flanco resalta el progreso en la respuesta social, el cual muestra un aumento de generosidad en los países, dispuestos a abrir sus puertas a los solicitantes de asilo. Actualmente hay 4,8 millones de personas refugiadas de procedencia ucraniana registradas en Europa, mientras que, utilizando nuestro país como ejemplo, solo el 1% de ucranianos que solicitaron asilo fueron aceptados en España en la crisis anterior.
Sin embargo, en la otra cara de la moneda, observamos que el problema sistémico también se ve agravado por los conflictos, a lo que se atribuye la nueva oleada de migración. Las 3.000 personas de procedencia africana en las costas italianas se han visto afectadas por las coyunturas actuales. Según las declaraciones de Andrés Conte, director general de la oenegé Save The Children: »La guerra en Ucrania va a provocar más muertes por hambre en África que en el propio escenario bélico por armas». Rusia y Ucrania (conocidos como los “graneros” del mundo) no están aportando su habitual cantidad de grano, resultando en una amenaza de hambruna inminente.
En este otro frente del problema migratorio la postura social no se ha concienciado del mismo modo, ya que la respuesta del Gobierno de Meloni ha sido un completo cierre del país que permanecerá durante 6 meses, y la consecuente apertura de nuevos centros de repatriación. Siguiendo la misma línea, otros gobiernos conservadores como el danés declaran como objetivo que la acogida de solicitantes de asilo se iguale a 0. Sin embargo, independientemente de poder considerar dichas posturas egoístas, para el marco legal europeo, es importante examinar la desigualdad de condiciones en la que se encuentra la nación mediterránea frente a la nórdica.

¿Se debe reformar la ley migratoria europea de forma urgente?
La legislación de 2015 no ha cambiado, por lo que se mantienen los mismo fundamentos que generan enormes diferencias entre Estados Miembros de la UE.
La base se encuentra en documentos legales como el Programa de Tampere, a través del cual el Consejo Europeo estableció, en 1999 un Sistema Común de Asilo, que marcaba las condiciones para la protección internacional y la naturaleza de dicho resguardo. En 2008 se amplió la estructura del Sistema a través del Pacto Europeo sobre Inmigración y Asilo, que contaba con varios tratados especificando los procedimientos anteriores. Una de las decisiones de mayor relevancia fue el reparto equitativo de responsabilidades, aunque esta atención fue, desgraciadamente, por su controversia. Pues, en la práctica, la mayor parte de la carga migratoria se repartía entre una minoría de países.
La respuesta de la UE es importante ya que demuestra que el avance en el Pacto de Migración y asilo no puede limitarse al periodo que contiene el problema, sino que debería haber continuado para evitar crisis futuras como en la que nos encontramos ahora. Nos hemos acostumbrado a buscar soluciones en el ojo del huracán sin mirar al futuro y las deficiencias sistémicas una vez que las cuestiones fronterizas se relajan.
El establecimiento de cupos de aceptación de migrantes no solucionó la desigualdad entre naciones en 2015. Desigualdad debida a una legislación integrada en el Reglamento Dublín por la cual solo el país en el que se toman las huellas del solicitante es el responsable de dar respuesta al asilo. Independientemente de que la persona se dirija a otro país. Esto deja a Grecia e Italia, que son los principales destinos de las corrientes de inmigrantes, desprotegidos, ya no pueden con la carga que este sistema les impone para procesar las masas de personas que llegan a su territorio en busca de protección.
El poder de la UE es necesario y debe ser tanto respetado como activado, para actuar en un problema actual, tan persistente como es la migración. La cooperación internacional y la puesta en marcha de un debate conjunto y medidas consecuentes no puede estar limitada a acontecimientos como los 2 correspondientes a la última década.