Entre Negreira, Tamames, y demás fauna ibérica que florece en la primaveral vida pública española, destaca por su ausencia una tragedia política la cual, aunque previsible, no deja de ser sorprendente. Llegados a este punto de la legislatura, solo el ignorante desconoce la magnanimidad del Gobierno actual. Por ello, ante el evidente déficit moral de los miles de progenitores que eligen la educación diferenciada, el Presidente ha decidido acariciarles el lomo retirándoles las subvenciones, a ver si de esta forma los papis y mamis más zoquetes caen en la cuenta de su bienintencionado error. El jueves nos despertamos con el aval constitucional a esta medida. Curioso como en el intento de acabar con el modelo educativo de los curas, el Presidente ha acabado convirtiéndose en uno.
El modelo diferenciado es objetivamente bueno. Se aduce a la “segregación” como motivo del fin de las ayudas, cuando es palmario que no hay segregación cuando no existen agravios para ninguno de los supuestos segregados. Todos sabemos qué colegios copan los rankings de Selectividad y calidad educativa en Navarra. Por tanto, el problema no radica en el hecho de que Juanito y Laurita estén separados, sino que la diferenciación implica reconocer la existencia de “el” Juanito y “la” Laurita; una diferenciación sexual con la que el Gobierno actual dejó de comulgar hace tiempo. La calidad de la educación ya no es relevante. Lo importante es que la educación esté en línea con los postulados antropológicos de la Congregación para la Doctrina Progresista, los cuales ya se aceptan como absolutos. ¿Quién osa cuestionar que exista “el” Laurita y “la” Jorgito? Usted, a la próxima salida de tono, expulsado de clase. El Estado/Gobierno (borrosa distinción a día de hoy) ha dejado de ser el necesario paraguas aglutinador de modelos educativos para solo amparar el único tolerable, mientras que la diferenciada, con su enorme tradición, sus buenos resultados, y su larga lista de espera, ha sido marginada porque sí.
Curioso como en el intento de acabar con el modelo educativo de los curas, el Presidente ha acabado convirtiéndose en uno.
En definitiva: los fondos públicos a la educación diferenciada, aunque no se esté de acuerdo con ella, se han de defender porque, estando avalada por su calidad educativa, se le ha marginado sin justificación al mero chasquido del gobernante, creándose así una verdadera segregación: la de los padres que reciben ayuda del Estado para pagar el colegio, y los que no. Lo más tragicómico de todo es que la educación diferenciada sigue sin ser nada del otro mundo. No descubro la rueda cuando digo que aquí también hay profesores que te quieren como un padre y que no; amigos fantásticos y compañeros mejorables; días estupendos y días de “apaga y vámonos”. El éxito o fracaso escolar no dependerá de que te hayas juntado con todo chicas o todo chicos. Al final, la educación diferenciada, como la mixta, siguen siendo lo que siempre han sido: dos modelos adecuados para formar a chavales en un colegio normal.