Uno de los fenómenos más relevantes de los últimos años es la caída radical de la tasa de fertilidad en Occidente y el envejecimiento de nuestra población. Es necesario revertir esa forma de pensar y adoptar una mentalidad pro-natalista. Este artículo no se centrará en refutar las tesis anti-natalistas, generalmente basadas en la inmoralidad de traer vida a un mundo donde existe el sufrimiento. En su lugar, el enfoque del mismo será argumentar a favor del natalismo analizando los efectos negativos de la baja tasa de natalidad y la inmoralidad de no tener hijos.
De primeras, los problemas de tener una pirámide de edad invertida son innegables; los sistemas de pensiones europeos ya están sufriendo el efecto de tener cada vez más receptores y menos contribuyentes – y esta tendencia no parece que se vaya a revertir sino exacerbar – . Los gobiernos se plantean soluciones como subir la edad de jubilación, pero esto no son más que parches que no solucionan el problema de base. Da igual cuanto retrases la jubilación, la realidad inevitable es que con nuestra situación demográfica el fracaso del sistema de pensiones es inevitable. Casi tan grave es el hecho de que en unos años los receptores de pensiones serán la mayoría y en un sistema democrático podrán imponer sus intereses sobre la minoría que realmente está contribuyendo a la economía. Solucionar el problema de base se vuelve difícil cuando a los políticos para ganar elecciones les interesará prometer a esa mayoría anciana.
Otro problema causado por la baja natalidad del que se habla poco es que una población envejecida es menos propensa a pensar en el futuro. A lo largo de la historia, la humanidad se ha enfrentado a grandes retos y construido grandes proyectos, algunos han durado décadas o incluso siglos en completarse. Una población envejecida seguramente verá menos relevante pensar a largo plazo – sobre una situación que no vivirán – que una más joven.
Dejando de lado los problemas políticos y sociales que está causando el no tener hijos, tenemos que ver también los argumentos morales y filosóficos a favor del natalismo. Si nosotros estamos aquí y disfrutamos de todos los privilegios de la vida moderna es porque generaciones antiguas tuvieron hijos y pusieron parte de su enfoque en el futuro. Pensadores liberales e individualistas promueven la idea de que los deberes intergeneracionales no existen, pero es injusto, egoísta e inmoral por nuestra parte disfrutar de los bienes del sacrificio de los que nos precedieron mientras que nos negamos a devolver al futuro de la humanidad por una carrera o porque criar hijos es difícil. Es una mentalidad hedonista que nos hace querer ir a lo fácil en vez de a lo bueno. Si las generaciones anteriores hubiesen actuado con la mentalidad que tenemos ahora, pensando solo en sí mismos y en el corto plazo, lo más seguro es que nuestras vidas fuesen considerablemente peores. Nuestras vidas probablemente serán en ciertos aspectos peores que las de nuestros padres simplemente por estas décadas en las que ya hemos tenido este problema. ¿Realmente es moral condenar a las personas del futuro a una existencia peor por puro egoísmo, especialmente cuando nosotros gozamos de lo que nos dieron los que estuvieron antes?
Hay infinidad de ejemplos de políticas que adoptamos con la idea de sacrificar lujos y libertad por el bien común, desde la existencia de la sanidad pública a ciertas medidas pro-medioambiente. Incluso si diferimos en cuales, la idea de sacrificar ciertas libertades personales por bienes sociales es algo en lo que prácticamente hay consenso. Continuar con la sociedad humana y asegurar un legado para generaciones futuras me parece uno de los bienes sociales más básicos. Esto no es algo absurdo, somos seres sociales a los que nos beneficia vivir en sociedad. Si realmente alguien quiere adoptar esa mentalidad individualista sin ser en el fondo hipócrita, debería rechazar todos los beneficios de vivir en sociedad, no recibir los beneficios de formar parte de una y rechazar los deberes que tiene con ella.
La conclusión es evidente, desde una perspectiva pragmática, el natalismo es la solución a largo plazo de muchos de nuestros desafíos políticos en Occidente. Desde una perspectiva moral, es nuestro deber asegurar la continuación del legado que recibimos y asegurarnos de que habrá un futuro.
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