El último día del año nos despidió con una agria sorpresa: el fallecimiento de Salvador Sánchez-Terán Hernández. Para quienes no les suene, Salvador es uno de los responsables de que en España vivamos en democracia. Fue parte de ese puñado de profesionales preparados que supieron estar a la altura de las circunstancias poniendo sus conocimientos, su tiempo y su dedicación en pos de un futuro mejor para todos.
Sin menospreciar su carrera en el sector empresarial como director gerente de SEOPAN, director general de RENFE, presidente de Telefónica y de COPE o su tarea al frente de Juventud Católica Nacional e Internacional, de Salvador quiero destacar su indispensable labor política durante los años de la Transición.
Como Gobernador Civil de Barcelona durante los complicados meses iniciales del proceso de apertura, supo transmitir a la sociedad catalana un mensaje de convivencia, concordia y esperanza. Posteriormente, fue el negociador del regreso de Josep Tarradellas y la reinstauración de la Generalitat de Cataluña. Fue la persona clave para que el célebre “Ja sóc aquí” fuera pronunciado en la plaza de Sant Jaume. En su libro De Franco a la Generalitat narra este episodio tan importante para entender la actualidad.

Ya en Madrid, primero como ministro de Transportes y Comunicaciones y después a la cabeza de la cartera de Trabajo durante los Gobiernos de Suárez, siguió contribuyendo al bien común con rigor y seriedad.
Una vez abandonada la política y dedicado a su familia y a la empresa privada, Salvador mantuvo un inmenso afán por reivindicar ese espíritu de consenso y sentido común entre la sociedad civil.
Todos, pero especialmente nosotros, los jóvenes, deberíamos leer La Transición: síntesis y claves, un resumen breve, ameno y metódico, como ingeniero que era, del capítulo de nuestra historia reciente del que podemos estar más orgullosos y del que, como se puede comprobar leyendo las noticias diarias, todavía tenemos mucho que aprender.
Con la partida de Salvador, cada vez quedan menos de aquellos que encarnaron de forma inequívoca, con palabras y con hechos, la política con mayúsculas; la de personas formadas entregadas de manera desinteresada al servicio de los demás.