“La historia debe servir para mejorar el presente”. Así lo creía firmemente Fernando García de Cortázar y Ruiz de Aguirre, jesuita bilbaíno y uno de los grandes historiadores e intelectuales de este país durante los últimos tiempos, que tristemente y de improviso, nos dejó hace ya algo más de un mes.
Fernando supo determinar la importancia de presentar a la sociedad una historia “útil”, con una serie de objetivos concretos: mejorar nuestra convivencia, fomentar el espíritu crítico y la educación, afianzar ciertos valores y principios básicos como la libertad, la justicia, la paz, la solidaridad, etc. En definitiva, el fin último siempre fue el de mejorar el presente.
Para ello, a menudo citaba a Voltaire: “el secreto para no aburrir es no contarlo todo”. A diferencia de otros autores, se dio cuenta de que había una necesidad de escribir una historia amena, divertida y accesible para todo el mundo, empezando por los más jóvenes. Como otros muchos de mi generación, mi primer contacto real con el mundo de la historia se dio a través de los insuperables «Pequeña Historia del Mundo«, «Momentos emocionantes de la Historia de España» y «Pequeña Historia de los Exploradores«, todos ellos escritos por Fernando. Con su claridad y su dinamismo, él fue el que sembró las semillas de nuestra posterior lectura, investigación y disfrute de la historia de una manera apasionada.
Su concepción de la historia, no obstante, no quedaba reducida a su utilidad y a su eficacia, sino que la consideraba la “reina de las humanidades”. Y como tal, de ninguna manera podía prescindir del arte, de la belleza, de la filosofía, de la exaltación de los poetas… Así lo volvió a plasmar en su último libro, “Paisajes de España”, en un recorrido histórico precioso por distintos lugares de la geografía española, desde Ampurias hasta Ermua.
Ante todo, Fernando se dedicó en cuerpo y alma a transmitir una visión de España renovada, positiva y optimista; luchando ininterrumpidamente contra la leyenda negra y las tergiversaciones por motivos partidistas y nacionalistas. Expresaba su relación con la historia de España con unos versos de Jorge Guillén: “Ay, patria/Tan anterior a mí/Y que yo quiero, quiero/Viva después de mí”. Siendo gran conocedor de la herencia que recibimos, creía que una España unida, moderna, libre y abierta al mundo era posible. Porque Fernando, desde su perspectiva global, estaba profundamente enamorado de España; de sus gentes, de sus parajes y de su desbordante cultura y patrimonio. Ansiaba con todas sus ganas que el resto de sus compatriotas pudieran conocer, valorar y amar esa idea de España como él lo hizo.
Así, con su búsqueda incesante de la Verdad, su grandísimo intelecto y su insustituible aportación a la cultura y al humanismo, Fernando se convirtió en todo un referente para nosotros. En un ámbito más personal, destaco su cariño y apoyo desinteresado para con los jóvenes. Siempre podías contar con él, aunque eso supusiera una conversación eterna, que no menos enriquecedora, a horas intempestivas de la noche.
Fernando, como los minoicos que tanto estudiaste, ahora también te toca zarpar hacia el paraíso allende los mares y arribar a la isla de los Bienaventurados. Buenos vientos. Gracias, por tanto.