«Harris corre el riesgo de cometer errores pasados. El más importante: la ausencia de mensaje y de propósito. El no tener ninguna respuesta a la pregunta «¿por qué debo votarte?”, más allá del argumento de que se enfrenta a Trump.»
El 20 de enero de 2021 Joseph R. Biden Jr juró el cargo de presidente de los Estados Unidos con 78 años. Su avanzada edad hace que muchos analistas políticos se pregunten si el anciano líder se presentará a la reelección en 2024, ya que tendría 82 años y, de acabarlo, 86 al final de su segundo mandato.
Por ello, los estrategas demócratas están empezando a valorar potenciales sustitutos para el presidente de cara a 2024. Esta misión cobra especial importancia ante la amenaza de retorno de Donald Trump y, esta vez, con una importante posibilidad de victoria. El principal foco de atención está en la que parece ser la sucesora designada: la vicepresidenta Kamala Harris.
Desde 1952, todos los vicepresidentes salvo uno han conseguido la nominación de su partido al proponérselo. La figura de la vicepresidencia es para muchos el “stepping stone” (escalón previo) a la presidencia. En el imaginario colectivo, el vicepresidente está asociado al número dos del gobierno, y se les ve siempre como un potencial presidente. El cargo asimismo conlleva una cercanía a los contactos importantes y los “power brokers” de Washington DC permitiendo tener a mano una amplia lista de donantes y estrategas electorales.
No obstante, en los últimos 185 años sólo han sido dos los vicepresidentes que, estando en el cargo, han sido elegidos sucesores directos del presidente al que servían. El resto ascendieron, o bien por muerte de su predecesor, o bien presentándose años después de dejar el cargo.
En las siguientes líneas me propongo analizar porqué Kamala Harris, independientemente del rival que tenga enfrente, tiene complicado ser elegida presidenta de los Estados Unidos de América.
«No obstante, en los últimos 185 años sólo han sido dos los vicepresidentes que, estando en el cargo, han sido elegidos sucesores directos del presidente al que servían.»
El porqué de Kamala Harris
Las dos normas a la hora de escoger un candidato a vicepresidente son las siguientes: 1) Acuérdate de Eagleton; y 2) Acuérdate de Palin. Ambos fueron candidatos a ser número dos que perjudicaron a la cabeza del ticket electoral siendo, según algunos analistas, factores importantes en las derrotas de McGovern (1972) y McCain (2008). El objetivo final de todo candidato a vicepresidente es ayudar al candidato a ganar, y por tanto no debe no favorecer su derrota.
Este miedo a la derrota es lo que tenía Joe Biden en mente cuando escoge a su número dos. El entonces candidato, había ya prometido en las primarias que su vicepresidente sería una mujer, y se encontraba con tres dilemas a la hora de buscar a la mano derecha ideal:
- Una candidata que satisficiese al ala más izquierdista de su partido. El fantasma del boicot que los votantes progresistas hicieron a Hillary Clinton en 2016 por ser demasiado establishment todavía vagaba por los cuarteles demócratas. Y en una elección igualada como lo fue 2016 y como se preveía 2020, cada voto cuenta. (¡Qué se lo pregunten a Al Gore!). Si bien la necesidad de derrotar a Trump había unificado a todo el partido demócrata, incluso a Bernie Sanders, el ala progresista del partido se mostraba escéptica frente a la figura de Biden. El pasado moderado del candidato durante su etapa en el senado, (en un desliz Biden llegó a recordar con nostalgia los tiempos en que los senadores se podían poner de acuerdo con todo el mundo, incluso con segregacionistas), no terminaba de convencer a los más revolucionarios.
- Una candidata que no asustase a los votantes republicanos moderados. Este tipo de votantes se pasó del partido republicano al demócrata en las elecciones al congreso de 2018, dando a los demócratas mayoría en la Cámara de Representantes. Y como se demostró, fueron decisivos en la victoria de Biden. Una candidata del ala izquierda los aislaría completamente. La campaña de Biden estaba y estaría dirigida completamente a ellos, vendiéndose como un moderado aideológico, aislado de dogmas frente a un Trump incompetente y demasiado radical para ser presidente. Eran el “swing voter”, el decisivo de la elección.
- Una candidata afroamericana. El candidato estaba bajo mucha presión por parte de la comunidad afroamericana para que escogiese como número dos a una de los suyos. La decisión de Biden llegó en un momento en el que las relaciones raciales de EEUU llegaban a unos altos niveles de tensión con la muerte de George Floyd y el movimiento Black Lives Matter. Una de las candidatas potenciales, Amy Klobuchar dijo públicamente que se retiraba de la consideración pensando que la candidata tenía que ser negra. Los afroamericanos no movilizaron tanto con Hillary como lo hicieron con Obama, y como ya dije antes, en una elección igualada, cada voto cuenta. Asimismo Biden estaba en deuda con la comunidad afroamericana, tras las derrotas en las primarias de Iowa, Nuevo Hampshire y Nevada, su campaña parecía muerta. Fue el apoyo masivo que obtuvo del votante de minoría racial negro en Carolina del Sur, lo que le permitió resucitar su campaña, imponerse frente al resto de candidatos moderados y enfrentarse en un cara a cara contra Bernie Sanders.
Biden por lo tanto tenía que buscar una candidata que mantuviese a su coalición de votantes intacta. Por ello, tras descartar varias candidatas, llegó a la opción de Kamala Harris. Era una candidata más joven, buena oradora, con un rápido ascenso en la vida política y que había sido una de sus rivales en las primarias. Uno de los factores más interesantes era su falta de definición ideológica clara. Mientras fue fiscal general de California mantuvo una postura dura frente al crimen y la droga, cosa que gustaba entre los votantes republicanos escépticos de Trump. No obstante, durente los cuatro años que fue senadora había asumido posturas similares a las del progresista Sanders. En las primarias demócratas intentó ser una especie de tercera vía entre las dos alas progresista y moderada. Como conclusión: era una candidata capaz de movilizar al electorado afroamericano y con suficiente vaguedad ideológica como para satisfacer a las alas progresista y moderada del electorado sin asustar a la otra.
La política es algo personal.
Si pudiese resumir en una sola frase la peculiaridad de la política americana sería la siguiente: la política es algo personal. Un candidato tiene más posibilidad de ganar una elección si es veterano de guerra, aunque tenga exactamente las mismas creencias que uno que no lo es. Un candidato carismático de derechas es capaz de ganar en un estado de centro izquierda por su capacidad de oratoria. En Estados Unidos el buen candidato se acaba convirtiendo en una marca que trasciende a la formación que representa, llegando a conseguir votantes que tradicionalmente no votarían a uno de su partido.
Ese es el principal problema de Kamala Harris: no tiene una marca personal. Biden representaba el retorno al status quo, Trump las ganas de poner al establishment patas arriba, Obama era el cambio esperado, Bush Jr el “conservadurismo compasivo” y Clinton el cambio energético y generacional que EEUU necesitaba. ¿Qué es Kamala, en qué cree? Su rápido ascenso le ha impedido luchar por causas importantes y mostrar sus logros al electorado. No puede presentarse ante ellos con eslóganes como “yo introduje legislación que apoyaba a la clase media”. No queda claro donde se posiciona.
La victoria demócrata en 2024 pasa por mantener la coalición de votantes que llevó a Biden a la Casa Blanca en 2020. Esta estaba formada por el votante moderado de centro-centro derecha anti-Trump y el votante obrero industrial del norte. La imagen de moderado competente de la época dorada del bipartidismo de EEUU que vendía Biden como contraste con Trump, fue suficiente para convencer a los moderados de EEUU que le eligiesen como presidente. Y sus raíces en esos estados industriales convencieron también a una pequeña parte del electorado de clase obrera. Pero no olvidemos que fue una de las elecciones más igualadas de la historia. El giro hacia la izquierda del moderno partido demócrata y las guerras culturales del siglo XXI han hecho que el votante de clase obrera se pase al partido republicano. De esta manera obtuvo Trump su inesperada victoria. Los demócratas tuvieron que recurrir a una figura moderada de su pasado para recuperar a ese votante. Y es el que Harris tiene difícil mantener.
La asociación con Biden y la impopularidad.
En política si no te defines tú, te define tu rival. Y si eres vicepresidente, posiblemente te asocien al presidente con el que trabajas. Especialmente si es impopular. Todos los números dos que se presentan a las elecciones intentan diferenciarse del jefe al que intentan suceder. Humphrey se distanció de la política de Vietnam de Johnson, y la campaña de Bush no terminó de remontar hasta que consiguió venderse como un hombre diferente en su discurso “Thousand Points of Light” ante la convención republicana. Al Gore escogió como candidato a vicepresidente a Lieberman, el senador demócrata que más crítico había sido con las conductas personales de Clinton.
Harris tiene el dilema de que, si se diferencia de Biden, está reconociendo públicamente el fracaso de su jefe. Si no se diferencia, está asociando su imagen a la de un presidente con un índice de aprobación del 41%. Recordemos que, desde 1945, sólo Harry Truman ha sido reelegido con un índice de popularidad inferior al 45%.
Kamala Harris no es especialmente popular. Según RCP Politics, su índice de popularidad es del 39%, menor que el de Biden. El pasado verano se publicó una encuesta que situaba su aprobación entorno al 28%, números similares a los que tuvo el históricamente impopular vicepresidente Dick Cheney, considerado por el público como el diseñador intelectual de la Guerra de Irak.
«Biden tiene un índice de aprobación del 41%. Recordemos que, desde 1945, sólo Harry Truman ha sido reelegido con un índice de popularidad inferior al 45%.»
El factor racial y de género.
La falta de marca personal de Harris le hace correr el riesgo de que esta se acabe reduciendo a su raza y su género. La vicepresidenta tiene una serie de cualidades y una historia personal que debe exponer al electorado. No puede permitir por motivos tanto humanos como políticos que su campaña sea definida únicamente por sus condiciones de mujer y afroamericana.
Pero la pregunta ahí sigue: ¿puede una mujer, especialmente una afroamericana, llegar a ser presidenta de Estados Unidos? Tras la elección de Obama, muchos pensaban que después de un afroamericano, había llegado la hora de tener una mujer como presidenta. Sin embargo con la derrota de Hillary Clinton cambió el paradigma. Varios estrategas afirman que su condición de mujer le afectó en los estados clave de Pensilvania, Michigan y Wisconsin, donde el electorado de clase obrera y sin formación académica era menos abierto de mente y más propenso a las guerras culturales que representaba Trump. Su condición de mujer fue de lo más destacado de su campaña, eclipsando su discurso. En 2020 los medios destacaron el caso de una mujer que votaba en las primarias demócratas del estado rural de Iowa, (nótese que hablo de primarias demócratas, no del partido republicano). La mujer entró en shock al enterarse que el candidato al que pensaba votar era homosexual, y planteó cambiar su voto argumentando que el candidato “debería leer lo que pone en la Biblia”.
Es por lo tanto indudable que hay un sesgo tradicional en los estados más rurales e industriales. Estos estados (Pensilvania, Michigan y Wisconsin) con una importante población de clase obrera sin formación académica, fueron decisivos en las victorias tanto de Trump, como de Biden. Y con toda probabilidad lo serán en la victoria del próximo presidente. En el imaginario colectivo el presidente es una figura masculina y de raza blanca. Y, recordando que Hillary perdió esos tres estados clave por menos de un 1% del voto, bastaría con un mínimo sesgo para decantar la elección hacia un lado u otro.
No obstante, el factor racial y sexual es superable. Michigan ha elegido a una mujer como gobernadora y Wisconsin tiene una senadora homosexual. Esos dos estados, más Pensilvania votaron dos veces por Obama. Harris debe tener un programa y una visión de América que vender a los votantes de esos estados. De lo contrario, en vez de ser la candidata que luchará por las condiciones de trabajo de la clase obrera, será la candidata “mujer y negra”. Esta reducción a su género y sexo es algo que sin duda medios de comunicación de la derecha más radical le achacarán, vendiéndola como una “cuota” y entrando en una guerra cultural en un país donde estas cada vez más se deciden a favor del bando tradicional.
El test electoral
“Electability” es como llaman los americanos a la capacidad política de poder ser elegido para un cargo. Es de las cosas que más miran en un candidato, y la mejor forma de ver si un candidato es o no “electable” es ver qué resultados ha obtenido en otras campañas electorales.
¿Y cómo es el currículum electoral de Harris? Pues, desgraciadamente para ella, no tan bueno. Sus principales victorias electorales han sido en el estado de California, uno de los más progresistas de EEUU, dónde es fácil ganar como demócrata. Pero incluso en California, Harris ganó su elección como procuradora general del estado con menos de un 0.8% del voto (como contexto, en la misma fecha, el gobernador ganó la elección con una diferencia de un 12,9% de voto).
La mayor prueba de “electability” de Harris fueron las primarias demócratas de 2020. Harris era considerada como una de las favoritas, detrás de Biden y Sanders. No obstante, su campaña cayó rápidamente. No supo encontrar su sitio entre los dos grandes candidatos y acabó su campaña meses antes de que empezasen las primeras votaciones. Las encuestas le daban apenas un 6% en su estado natal de California, quedando detrás de otros candidatos que hasta meses antes eran desconocidos por el votante demócrata. Entre los motivos de su temprana derrota, una falta clara de estrategia y de un mensaje que mostrar al electorado lo que hizo a los votantes que buscaban una tercera vía frente a Biden y Sanders ir a otros como Warren o Buttigieg que sí tenían programas más atractivos. Asimismo, puso a su hermana como directora de campaña electoral, frustrando a sus propios asesores que tenían que ir a través de ella para llegar a la candidata. De esta manera generó una dinámica de desconfianza, falta de estrategia y ausencia de comunicación entre su rango que acabó por matar su joven campaña.
Harris corre el riesgo cometer en su campaña nacional los mismos errores que en su campaña de 2020. Y de reincidir en el más importante de todos: la ausencia de mensaje y de propósito. El no tener ninguna respuesta a la pregunta “¿por qué debo votarte?”, más allá del argumento de que se enfrenta a Trump.
El factor primarias.
Harris estaría en una posición de fuerza para ganar la nominación. Es la “sucesora designada”, y puede apelar a los dos grupos demográficos más importantes en el electorado de las primaras demócratas: la comunidad afroamericana y las mujeres.
No obstante, no significa que vaya a tener un camino de rosas. Un boicot progresista, con un rival como por ejemplo sería Ocasio-Cortez puede hacerle mucho daño. Los progresistas son por ahora minoría en el partido demócrata, pero son suficientes para hacer mucho ruido y para que Harris tenga que dedicar sus recursos a ganar luchas internas en vez de centrarse en su rival republicano. Clinton todavía echa en cara a Bernie Sanders como su campaña en las primarias favoreció la victoria de Trump, ya que las críticas que Trump luego hizo de Hillary, eran las mismas que Sanders ya había hecho. Se reiteraba un mismo mensaje negativo de la candidata. Harris puede sufrir la misma suerte que Hillary. Si bien ganaría las primarias, un rival progresista y agresivo puede hacerle perder credibilidad entre votantes de clase obrera y favorece la abstención de estos, o incluso el voto a Trump, como ocurrió en 2016.
«Un rival progresista y agresivo puede hacerle perder credibilidad entre votantes de clase obrera y favorece la abstención de estos, o incluso el voto a Trump, como ocurrió en 2016.»
Conclusión.
Harris está en una posición débil. Su falta de mensaje político, su vinculación al impopular Biden y el hándicap de los sesgos raciales dificultan su camino hacia la Casa Blanca. Debe tener una estrategia que supere estos factores y un mensaje atractivo para la población. No obstante su mayor ventaja para las elecciones es su potencial rival: Donald Trump.
Ricardo Guisado Sánchez-Terán